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sábado, 4 de febrero de 2012

La diferencia entre el voto nulo y no votar.

El voto es una conducta humana, innata. Toda la vida nos la pasamos dando la opinión que nadie nos pidió y, aunque no lleguemos a obtener nada con nuestra insistencia, nada nos corrige de esta conducta. Hablar de política, religión o fútbol (esos temas tan chocantes); son síntomas de esta conducta, necesidad necia de la organización grupal.

Hoy día este "derecho" ha sido anulado por la producción masiva, que nos empaqueta en cajas de veinticinco millones bajo la instrucción de "Ahí háganse bolas". El voto nulo es, de por sí, una redundancia. Sin embargo la especie encuentra la forma de adaptarse, aún en las condiciones más adversas (Ojo: adaptarse es antónimo de someterse), aplicando los mecanismos primarios de la conducta en escenarios modernos. Hay múltiples ejemplos en lo que se ha dado en llamar "Resistencia", con múltiples manifestaciones al rededor del mundo, donde México no es excepción; siendo el momento actual el de mayor actividad desde la época de Gandhi.

Aunque podemos hablar directamente de las formas en que los movimientos civiles han hecho valer su opinión en el régimen contemporáneo, utilizaré una analogía para referirme a la diferencia en cuestión: Voto nulo y no votar. Para tal efecto, referiré esta historia real:

Hace pocos años, obedeciendo a un tratado internacional, fue cerrado el relleno sanitario que recibía la contaminación familiar (basura casera) de la ciudad de Cuernavaca. Durante los primeros días, los habitantes de dicha ciudad acumularon tantos desperdicios como les permitía el espacio dentro de sus patios, zotehuelas o debajo del fregadero. Entre los cinco días y la semana de ausencia del servicio público, la mayoría de la población sacó la basura a las banquetas y, posteriormente, al arroyo vehicular, como forma de protesta contra la falta del servicio. Como la administración local no conseguía resolver el problema, siguieron pasando los días hasta convertirse en un escandalo mediático, y en una emergencia nacional; en este estricto orden.

Mientras tanto, los afectados seguían produciendo toneladas de unicel, plástico, aluminio, papel, etc. Pero el gran agravante vino con los desechos orgánicos: las grandes cantidades en descomposición, colocadas frente a los hogares de quienes las habían producido, se revelaban cual monstruo de Frankestain, intoxicando el ambiente con gases nocivos, cargados de pestes biológicas. Todo parecía indicar que se cumpliría el mes sin servicios de limpieza. Entonces vino lo extraordinario.

Con la evidencia latente, no hubo mejor libro de texto ni educación ambiental que explicara a los cuernavaquenses, la naturaleza del problema de la contaminación. Y justo cuando empezaba a despertar la conciencia colectiva, cuando empezaron a disminuir su producción de residuos sólidos y a separarlos de los orgánicos, cuando conocieron por vez primera a sus vecinos, en el afán de organizarse; justo cuando empezaban a entender que podían manejar por si solos el problema de la basura, aparecieron, cual jinetes del apocalipsis, los camiones de basura, perdonando todos los pecados y limpiando las memorias de aquella pesadilla insalubre.

He aquí la prometida y muy postergada analogía:
El voto nulo es como decir: "Yo separé entre orgánico e inorgánico, pero los del camión la volvieron a mezclar; ya no es mi culpa." o "Yo levanto la caca de mi perro y la meto en su bolsita, pero no tengo la menor idea de que hacen después con ella"
El votante nulo está cargado de buenas intenciones, pero su inconsciente lo traiciona y le hace notar que su esfuerzo es nulo.
No votar es como decir: "Desconozco al camión de la basura, me inclino por buscar por mi mismo la forma de solucionar el problema y, en el momento propicio, buscar organizarme con mis vecinos para crear un proyecto conjunto,"

He aquí la diferencia entre voto nulo y no votar, necesaria de aclara porque a primeras oídas suenan igual. Desde mi punto de vista, cualquier voto dentro del IFE, es un voto por el IFE, por su autenticación; un respaldo a sus mecanismos y resultados. Mi convicción: no votar, no perder el tiempo en las urnas, no inscribirse al padrón, salvo que sea con alguna intención práctica, distinta del voto (y vaya que el estado nos obliga a hacerlo con todos y cada uno de sus recursos).

En cuanto al voto por los partidos, concuerdo con la visión de muchos teóricos de la resistencia: se puede usar como medio de presión en un escenario donde las inclinaciones de los partidos están claramente diferenciadas por sus actos en el pasado. En nuestro país no existe esta diferenciación y la tendencia es contraria a la diferencia: a cada periodo las acciones de gobierno de los distintos partidos son más parecidas entre si y más distintas a la demagogia con que asaltan los puestos de poder. El electorado obedece cada periodo con mayor medida a reglas de fe, competencia, oportunismo y marqueting. Si lo que desean los votantes es escupir a sus adversarios y recibir favores del tótem, entonces están en el camino correcto.